La demanda de Rafael Correa a El Universo es troglodita y ridícula

Si uno de los participantes en este foro dice algo que pueda ofender al Presidente de la República, a cualquier otro ciudadano o participante, el autor de este blog será el responsable por los daños civiles y penales que esas expresiones le ocasionen al ofendido.
Es decir que, por ejemplo, si Alberto Albuja (así aparece uno de los participantes en este foro) ofende al linajudo Fernando VI, éste último no solo podrá demandar a Albuja sino a mí, porque yo soy el responsable editorial de este blog. Así, Fernando VI podrá demandarme hasta por 50 millones de dólares y otros 30 a Albuja .
Este escenario, sin duda absurdo y ridículo, podría ocurrir si se aplicara los mismos argumentos jurídicos que Rafael Correa esgrime en su demanda en contra del editorialista Emilio Palacio y de los directivos del diario El Universo.

En efecto, según el razonamiento de la demanda, los directivos de El Universo, es decir los hermanos Carlos, Nicolás y César Pérez, son responsables por lo que el editorialista dijo en su columna ‘No a las mentiras’. Por eso motivo, Correa no solo quiere que Palacio le de 30 millones de dólares sino que pretende que los hermanos Pérez le den 50 más.
Aunque la verdad es que la ley no coincide en absoluto con la pretensión de Correa, pues no existe responsabilidad solidaria en estos casos, de sentarse el precedente de una sanción como la que se plantea, no solo que los directivos de los medios impresos serían responsables de lo que digan los editorialistas sino de aquellas opiniones que se expresen en las cartas de los lectores y hasta en las caricaturas.
La demanda de Correa constituye una de las aberraciones más notables de la historia reciente del pensamiento ecuatoriano. Porque es ridículo pensar que en cualquier medio impreso del mundo, los directivos sean responsables por aquello que digan quienes opinan en sus páginas. Ni siquiera al afiebrado León Febres Cordero, cuando demandó al editorialista Rodrigo Fierro por sus opiniones, se le ocurrió demandar a los directivos de El Comercio.
Es aberrante, asimismo, porque constituye una las amenazas más perversas a la libertad de expresión, a la diversidad de opinión que debe tener un medio y porque abre la ventana a la autocensura que es tan peligrosa como su alma gemela la censura. Pretender que los editorialistas sometan al escrutinio de los directivos del medio aquello que opinan es simplemente un sinsentido.
Además es curioso que un razonamiento como el que tiene Correa aparezca precisamente cuando el fenómeno de la multiplicación de los medios alternativos es exponencial. Basta imaginarse al abogado de Rafael Correa corriendo con demandas por millones de dólares en contra de los directivos de Twitter o Facebook por lo que uno de sus usuarios colocó en sus plataformas y pudo ofender al ilustrísimo. Y es que la demanda no solo atenta a la libertad de expresión y a la lógica, sino que es la demostración de que proviene de una mente troglodita y retardataria.
Me temo que para presentar una argumentación como la que acompaña a la demanda en contra de Palacio y los hermanos Pérez no solo se necesita tener una cultura profundamente despótica y autoritaria sino una capacidad de asimilar el ridículo casi infinita.